El desarrollo anímico-espiritual en la tercera edad

El desarrollo anímico-espiritual en la tercera edad

28 octubre 2025 Christian Schikarski Visto 74 veces

El Grupo de trabajo ‹Cultura de envejecimiento y atención médica para personas mayores› empezó su trabajo el otoño de 2024 y viene publicando sus resultados en la plataforma Anthromedics. Los temas y desafíos radican, por ejemplo, en el entendimiento de las conexiones entre la infancia y la vejez.


¿Qué significa la tercera edad en nuestra sociedad? En las sociedades tradicionales, las personas de alta edad gozaban de un gran respeto: el sabio consejo de los ancianos era solicitado y valorado. Hoy nos hemos alejado bastante de esta actitud. Son casi una excepción las personas mayores que tengan una personalidad que infunda respeto o incluso reverencia. En la vida cotidiana de nuestro tiempo escasean estas características en las personas mayores – un fenómeno que puede ser entendido sobre la base del conocimiento antroposófico del ser humano.

En la opinión pública suele vivir la idea cuestionable de que la persona mayor ha terminado su desarrollo biológico y general. En el mejor de los casos, las prótesis artificiales pueden optimizar o reemplazar una determinada función corporal, pero ¿qué pueden significar la evolución o desarrollo en la vejez? De todas formas, para poder desarrollar ideales en la atención médica de personas mayores, es indispensable la idea de una evolución continua.

Explotar el potencial del Yo

Como señaló Rudolf Steiner, el desarrollo no termina en la edad mayor: mientras que en la evolución humana de épocas anteriores el desarrollo físico y anímico-espiritual tenían lugar en paralelo y continuaban hasta la vejez, esta interdependencia sigue disminuyendo en los tiempos más recientes. Esto significa que los procesos de desarrollo anímico-espiritual se vuelven independientes de los físicos, con la consecuencia de que terminan cada vez más temprano[1].

En nuestra época de la evolución de la humanidad, el curso biográfico es en gran parte un proceso interior. Ahora el ser humano tiene la oportunidad de intervenir en el desarrollo anímico-espiritual a través de la iniciativa individual alrededor de los 28 años; si esto no sucede, queda parado en el estado de maduración interior que ha podido lograr hasta la edad de 28 años.

Desde el punto de vista antroposófico, ciertas fuerzas constructivas y asistentes que actuaban hasta entonces, se están retirando. Por lo tanto, el desarrollo del Yo en las etapas tardías de la biografía se produce de una manera restringida; el potencial del Yo no se aprovecha y se desperdicia la oportunidad de autoeducación, lo que hace que a los 60 años, por ejemplo, las personas parezcan ser veinteañeros finales. Hoy en día, una persona de 28 años tendría que asumir y expresar sus impulsos anímico-espirituales por propia iniciativa. Desarrollar una mirada para tales fenómenos sociales puede ser una herramienta valiosa para el trabajo práctico.

Desde la perspectiva antroposófica, la humanidad evoluciona de tal manera que el punto de inflexión para el desarrollo interior se desplazará lentamente en los próximos siglos, de la edad de 28 años a la edad de 27 años[2].

Consecuencias de desarrollo no realizado

¿Qué significa esto para nuestra comprensión de la cultura de envejecimiento y medicina geriátrica? Habrá cada vez más personas que no han desarrollado lo que podrían haber desarrollado en su camino biográfico después de los 28 años o incluso después de los 27 años porque «se olvidaron» de ideales, valores o motivos presentes en su vida. El resultado de ello serán personas que a la edad mayor no dan la sensación de haber llegado a la madurez y sabiduría que se esperaría encontrar en ellas. Esto hace que la primera impresión espontánea que producen en los más jóvenes no conduzca a un verdadero interés en ellas, y que el trato posterior con ellas no sea verdaderamente amoroso.

En la sociedad centroeuropea, la actitud general hacia la tercera edad se ve desgraciadamente marcada por estos fenómenos intergeneracionales.

La atención médica a personas mayores, sin embargo, quiere comprender las áreas «opacas» de una biografía e intuir con empatía la necesidad de asistencia, sabiendo que la persona atendida puede haber tenido condiciones de vida difíciles y no pudo tomar la iniciativa propia necesaria en su vida, posiblemente debido a condiciones catastróficas de su entorno actual o a traumas transgeneracionales. Adoptar este punto de vista es esencial para la disposición de ayudar desde el conocimiento profesional.

En particular, la tarea es estimular o promover un cierto desarrollo interior en las personas mayores, según sea posible en cada caso individual. Esto también debería ser un motivo para el trabajo de rehabilitación en edad mayor, ampliando el enfoque general que se centra más en la independencia funcional y el intento de retrasar la necesidad de atención.

Infancia feliz, vejez saludable

Todas estas consideraciones ilustran la importancia del trabajo biográfico. Las circunstancias de la infancia y adolescencia tienen sus consecuencias para las condiciones mentales y físicas en la vejez. Un ejemplo bien conocido es el estudio de envejecimiento, el llamado «estudio de monjas»2, que se llevó a cabo durante muchos años: sus resultados mostraron que una infancia feliz es un fuerte indicador pronóstico para la salud en la tercera edad.

Por el contrario, este hecho plantea preguntas considerables sobre la salud en general y la salud en sociedades traumatizadas. Las indicaciones de Rudolf Steiner sobre este tema, conocidas desde hace más de 100 años[3], difícilmente encuentran recepción en la medicina convencional. El reconocimiento de las relaciones biográficas requiere mucha paciencia y enfoques adecuados de investigación[4]. En este campo todavía queda mucho por hacer, pero la evidencia está aumentando.

La introducción de estos aspectos en la cultura y atención de la vejez está a la orden del día, porque solo sobre este trasfondo de conocimiento se pueden cambiar los procesos sociales. La educación infantil y la formación escolar son determinantes de la salud a lo largo de la vida. Por lo tanto, el cuidado de los ancianos depende de lo que sucedió en la edad escolar unos 70 u 80 años antes. Hablando en sentido figurado, el cuidado de los ancianos puede significar sacar al niño del pozo en el que cayó hace muchas décadas.

Diferenciar entre la vejez y la enfermedad

La idea de la vejez deficiente es superficial y en muchas situaciones una razón de la falta de amor en el trato humano. La falta de amor es un problema en la atención de personas mayores hoy en día; por ejemplo, en algunos casos es necesario introducir programas de prevención de violencia para mantener la calidad de la atención en los centros de atención hospitalaria. El entendimiento de la vida humana como camino de desarrollo continuado nos da perspectivas para un apoyo efectivo en las distintas etapas de la vida.

Por supuesto, también hay personas mayores que permanecen fuertes e independientes hasta la edad más avanzada. Estas personas son un elemento especial de salud social. El problema social son aquellos que pierden su independencia demasiado pronto debido a enfermedades crónicas y que se vuelven dependientes de la atención médica debido a problemas de adicción o pérdida de memoria.

Por lo tanto, es importante distinguir bien los conceptos de vejez y enfermedad, también en la atención práctica. Si bien es cierto que la enfermedad puede ocurrir más fácilmente en la vejez, la vejez y la enfermedad son fundamentalmente diferentes.


Notas
[1] Rudolf Steiner: GA 177, 30 de septiembre de 1917
[2] Deborah D. Danner, David A. Snowdon, Wallace V. Friesen: Positive Emotions in Early Life and Longevity: Findings from the Nun Study, publicado en: Journal of Personality and Social Psychology, 2001;80(5):804–813
[3] Rudolf Steiner: GA 306, 15 de abril de 1923
[4] Elaine Holt: Acknowledging Creative Thinking Skills: Educating for a Creative Future, publicado en SSRN Electronic Journal, 2024