Transformar en color
Desde que se pintó el techo del Primer Goetheanum, se han llevado a cabo muchas investigaciones sobre la producción de tintes vegetales. Recientemente, en 2015, Robert Wróblewski restableció el laboratorio de tintes vegetales en el Goetheanum. Investiga el efecto de «fertilizantes metalizados» sobre la vitalidad de los colores y su resistencia a la luz. Paralelamente reconstruye la producción del azul Maya.
Cuando comparo pinturas de colores vegetales con otras, realizadas con pintura acrílica, experimento una mayor vitalidad en los colores vegetales: tienen un efecto refrescante y vitalizante y dan la sensación de amplitud y profundidad. Por eso los colores vegetales son tan apreciados por los artistas y los terapeutas artísticos. Sin embargo, sólo hay unas pocas plantas con alta resistencia natural a la luz.
Fertilización con metales
Por ello, el laboratorio de colores vegetales en el Goetheanum investiga cómo se puede aumentar la resistencia a la luz y ampliar la gama de colores. Hace poco empezamos con la producción de los primeros pigmentos. No se produjeron mediante manipulaciones de laboratorio; en lugar de ello se realizó una «fertilización»de las plantas tintóreas con sustancias metalizadas.
Tomemos por ejemplo la rubia roja (rubia tinctorum, que significa «rojo de los tintoreros»). Es una planta tintórea tradicional cuyas raíces contienen colorante rojo. Los tintes elaborados a partir de la rubia roja tienen diferentes tonalidades de rojo en función de su elaboración.
Mis primeros experimentos con la administración de fertilizantes de cobre y hierro a la rubia roja, llevados a cabo en 2016, dieron el resultado inicial de que las plantas germinasen más tarde y que las formas de las raíces cambiasen en función del modo de fertilización. El resultado más importante, sin embargo, fue que obtuviese diferentes tonos de color:
- El rojo obtenido de la rubia roja cultivada con cobre tiene un aspecto más cálido, ligeramente pardo;
- El rojo obtenido mediante la fertilización con hierro parece más frío.
Así pues, de momento, contando también la planta sin fertilizar, tengo un total de tres pigmentos de rubia. Ambas variantes metálicas muestran una muy buena resistencia a la luz. Con la prueba de hierro, logré la intensidad de color más alta.
Base de índigo
La receta para la producción del azul Maya, que es especialmente luminoso, había caído en el olvido a lo largo de los siglos XVIII y XIX. El arqueólogo Raymond Edwin Merwin la redescubrió en 1931en las pinturas murales de la ciudad templo de Chichén Itzá, en Yucatán (México). Los maya aplicaron este azul también en la cerámica y en libros. ¿Cómo se puede reconstruir este tono con ayuda de datos históricos?
La base para conseguir el azul Maya es el índigo. El índigo natural se obtiene de varias plantas tintóreas. Antiguamente se producía en Asia (Cáucaso) y Europa a partir del sargazo (isatis tinctoria) y en Asia (India), África y América a partir de la planta ‹indigofera tinctoria›.
A diferencia de otros extractos de plantas, el índigo no es soluble en aceite ni en agua, por lo que puede utilizarse directamente como pigmento. Sin embargo, como está presente en las plantas en forma de enol incoloro (glucósido de indoxilo), primero tiene que ser transformado en su forma coloreada mediante la fermentación y posterior oxidación al aire. El índigo puro de indigofera tinctoria siempre da tonos negro-azulados. Para obtener un azul más puro y claro, hay que mezclarlo con el mineral atapulgita y después calentarlo.
Para ello no hacen falta ningún instrumento especial de laboratorio ni sustancias tóxicas. El coste de los materiales es bajo. Con este método el índigo es fácil de producir, ya sea en talleres de pintura o en las clases de química de las escuelas Waldorf.
Procesamiento ulterior. Obtener el azul Maya
En contraste con el azul índigo, de tono apagado, el azul Maya es un pigmento turquesa brillante, que se caracteriza por una extraordinaria resistencia a la luz. Amplía la gama de colores vegetales en el espectro azul, que de por sí es relativamente estrecha.
El azul Maya puede producirse de las tres maneras principales siguientes:
- a partir de los componentes índigo y un mineral añadido. Luego la mezcla se calienta a un mínimo de 100 grados Celsius;
- Mediante un álcali y un agente reductor, se hace que el polvo de índigo sea soluble en agua. Se mezcla el índigo disuelto (hasta ese momento un líquido de color amarillo a amarillo-verdoso) con el mineral atapulgita;
- Se mezcla las hojas de la planta del índigo o del sargazo con atapulgita y agua. Luego se realiza un procesamiento ulterior con álcalis y agentes reductores.
El color de la hierba de sargazo es ligeramente más claro que el de la planta de índigo. Esto se explica por el hecho de que el contenido proporcional del tinte índigo es muy inferior al de la indigofera tinctoria. El tono del sargazo y de la planta de índigo de México es ligeramente más verde, en cambio el pigmento de la planta de índigo de la India tiene un tono cálido.
Si el pigmento se mezcla sólo con atapulgita, las pinturas no duran tanto como con el segundo método. Sin embargo, este método también se presta para las clases de arte o para sesiones de arte-terapia. Cuando se mezcla con la resina de árbol copal, el color se vuelve más resistente a la luz. Con el segundo método se obtiene un color turquesa, comparable al de las pinturas de la cultura Maya. El pigmento es aún más resistente a la luz.
El paso siguiente será, siguiendo una indicación de Rudolf Steiner, investigar la influencia en la cristalización en relación con la producción de pigmentos con plantas venenosas. Esta investigación se centrará una vez más en las pruebas de resistencia a la luz. Si los resultados son satisfactorios, se aumentará el contingente de plantas para la producción de tintes vegetales.
El laboratorio de tintes vegetales pertenece a la Sección de Artes Plásticas y está supervisado por Torsten Arncken, colaborador de la Sección de Ciencias Naturales.
Contacto pflanzenfarbenlabor@goetheanum.ch