El Coronavirus

El Coronavirus

12 marzo 2020 Georg Soldner Visto 247182 veces

Para un veterinario, los coronavirus son algo común, pero ahora el coronavirus SARS-CoV 2 ha cruzado la barrera al organismo humano. ¿Qué es un virus, cómo ataca al organismo y cómo podemos responder?


Los virus están estrechamente vinculados a la parte física del organismo. Se originan en la sustancia del genoma y, al igual que el genoma, pueden influir en el metabolismo de las células y, por tanto, hacer que éste no cumpla por completo su función para el organismo. Si se produce una infección y los virus penetran en el organismo, entonces el organismo se da cuenta de que con los virus intrusos, ciertas células dejan de ejercer su función habitual y comienzan a hacer algo distinto a lo que sería saludable para el todo. El organismo intenta volverse contra estas células para eliminarlas, y este proceso se hace notar en los síntomas de la enfermedad que ahora pueden observarse: el organismo trata de deshacerse de las células infectadas y por lo tanto de los virus invasivos, por ejemplo con tos, fiebre, producción de flema. Las personas que mueren de una infección viral pueden, por lo tanto, convertirse también en víctimas de sus propias defensas, cuya regulación es una expresión de la "organización del Yo" individual, de la presencia del Yo en el cuerpo.

La alienación del cuerpo

Cuanto más esté ya una persona en situación de alienarse del propio cuerpo, más susceptible será a esta enfermedad viral, que ahora se denomina COVID-19. Naturalmente, este proceso de alienación se hace notar especialmente a una edad avanzada, cuando los huesos se encogen y la masa muscular disminuye, o bien en enfermedades crónicas.

Las infecciones por coronavirus son particularmente difíciles de tratar en personas mayores de 80 años, personas con diabetes de tipo II o enfermedades cardiovasculares. Cuanto menos presente esté una persona en el propio cuerpo, y cuanto menos el cuerpo esté impregnado del Yo, más probable es que se propague la infección en el cuerpo, y más graves pueden ser las consecuencias. Por supuesto, es crucial el cómo se trata a una persona que ha dado positiva.

Por ejemplo personas afectadas por el coronavirus suelen ser aislados abruptamente de su entorno doméstico. En China fueron tratados juntos con muchos otros enfermos en sitios de cuarentena improvisados. Desafortunadamente, la medicina convencional no puede proporcionar ninguna medicina o vacuna eficaz. A menudo se procede a reducir la fiebre con intervenciones farmacológicas. Sin embargo, lo que puede salvar vidas en los casos graves es el suministro de oxígeno y, si es necesario, con ventilación mecánica temporal, por lo que es importante que la atención clínica se concentre en los pacientes graves.

Hasta donde sabemos, el miedo y los tratamientos orientados a reducir la fiebre, no tienen efecto curativo sino que más bien hacen que los pacientes empeoren. Porque lo que ayuda a las personas a hacer frente a la enfermedad es todo lo que ayuda a encarnar y calentar el propio cuerpo, para poder sentirse cómodas en él. En este contexto no es sorprendente que la enfermedad no resulte muy peligrosa para los niños. Esto también es cierto para personas de una edad de hasta 50 años, en las que el transcurso de la enfermedad suele ser parecido al de una gripe normal. Entre los típicos síntomas tempranos figuran la tos, la rinitis y la fatiga, síntomas a los que, como aspecto peligroso de la enfermedad, se puede sumar una neumonía, cuyo síntoma inicial más común es una mayor frecuencia respiratoria.

La relación con la luz del sol

Es cierto que el virus tiene propiedades particularmente negativas desde el punto de vista médico. Puede pasar mucho tiempo hasta que el organismo despierte y note un inquilino no grato a bordo, amenazando con causar daños. En un caso conocido, la enfermedad se manifestó 27 días después de la infección. En promedio, este período es de 5 días, y al cabo de 12,5 días la enfermedad se manifiesta en el 95 por ciento de todos los casos. Por lo tanto, los afectados son puestos en cuarentena durante un largo período de dos semanas. Además este virus es más contagioso que un virus de gripe normal. En promedio, un enfermo infecta a 1.3 personas con el virus, mientras que el coronavirus se propaga en un promedio de 3 personas (en las enfermedades altamente infecciosas como el sarampión o la tos ferina, el promedio es de 12 a 18). Por lo tanto, la tasa de infección es más alta que con la gripe y al mismo tiempo se hace visible más tarde. El conjunto de estas características que hacen posible de una expansión epidémica, ponen en alerta a los médicos de todo el mundo.

La relación con el mundo animal

Una gran incógnita es de dónde provienen estos virus aparentemente nuevos, y cómo se originaron. Curiosamente, muchos de los virus provienen de animales; el coronavirus probablemente del murciélago javanés. Ahora bien, ¿por qué los virus del reino animal se vuelven peligrosos para los humanos? Actualmente estamos infligiendo un sufrimiento indecible a los animales: El sacrificio masivo y la experimentación con animales de laboratorio causa un dolor frente al que el reino animal está indefenso. De ahí resulta la pregunta de si este sufrimiento puede tener consecuencias que alteren los virus nativos del organismo animal.

Estamos acostumbrados a centrar la atención sólo en el aspecto físico y a verlo separado del aspecto anímico. La investigación sobre la flora intestinal, sobre el microbioma, que abarca tanto las bacterias como los virus, demuestra lo contrario. Esto plantea no sólo la cuestión microbiológica por el origen del virus, sino también la cuestión moral de cómo es nuestro trato con el mundo animal. Rudolf Steiner señaló estos contextos hace más de 100 años. Hoy es tarea nuestra investigar estas relaciones y formular preguntas más profundas junto al análisis científico.

¿Qué podemos hacer?

Hay una serie de medidas en el comportamiento personal que ayudan a que el organismo haga frente a la enfermedad. Entre ellas se encuentran la abstinencia de alcohol, el consumo moderado de azúcar, el mantener un ritmo de vida con suficiente sueño, y una relación activa con el sol. Nuestro sistema inmunológico sufre a menudo una falta de luz solar, una deficiencia que resulta aún más grave en el mes de marzo. Por eso, a lo largo del año, la tasa de mortalidad más alta se registra en nuestras latitudes a finales de marzo. Esto se debe a la falta de luz solar durante los meses de invierno, frente a la que es importante salir al aire libre todos los días, si es posible al mediodía, para conectar con el entorno y con el cosmos entero.

Al establecer la medicina antroposófica, incluso antes de que se descubriera la vitamina D, Rudolf Steiner mencionó esta recomendación de modo detallado en el contexto de las características de la tuberculosis, explicando que para el sistema inmunológico, el sustituir la absorción de la luz solar por tabletas de vitamina D, tiene un efecto muy limitado. Por otro lado, el fósforo potenciado y el hierro meteorítico de potencia adecuada, tomado por la mañana también pueden fortalecer el sistema inmunológico en su cualidad de sustancias lumínicas. Para las personas mayores con problemas cardiovasculares, también se recomienda tomar medicamentos antroposóficos para el sistema cardiovascular, caminar con regularidad y dormir lo suficiente. Las personas que duermen menos de seis horas son mucho más susceptibles a las infecciones.

Aliento, aire, ambiente

Para los casos de infección que se producen ahora, la respuesta actual es la cuarentena, aunque los casos leves también puedan tratarse en casa. Me parece importante que la medicina antroposófica lleve décadas de experiencia en el tratamiento de la neumonía viral y bacteriana sin el uso de antibióticos, sobre la base de medicamentos antroposóficos y aplicaciones externas, que pueden ser sumamente eficaces. Los médicos de la Sección Médica han elaborado un plan de tratamiento correspondiente y lo han puesto a disposición de los colegas médicos en todo el mundo.

¿Qué es lo que más debilita los pulmones? Por un lado la falta de relación con la tierra y el sol, y por otro, las tensiones sociales. Por lo tanto, es aconsejable equilibrar las tensiones sociales protegiendo los pulmones desde el interior y el exterior. A mi ver, los que sufren conflictos sociales no resueltos corren más riesgo que otros. La medicina ha promovido la creencia de que las vacunas son un medio de protección contra todas las infecciones. Esto es un error. Ni siquiera la vacuna contra la gripe ofrece una tasa de protección mayor al 10 al 30 por ciento.

El lavado cuidadoso de las manos y los hábitos higiénicos al sonarse la nariz y al toser también son efectivos, sin necesidad de afrontar los posibles efectos secundarios de la vacunación. Es importante romper con la actitud de miedo pasivo-defensivo hacia el entorno y el propio cuerpo; al contrario, hay que preguntarse qué puede hacer uno mismo para cuidar y aumentar su vitalidad e integridad.

Imagen: Fabian Roschka

Fuente: ‹Das Goetheanum›, 13 de marzo de 2020.

Traducción: Michael Kranawetvogl

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